TODO UN GENUINO POETA
Un amplio tratado se podría pergeñar sobre la poesía a lo Divino escrita por Gonzalo Escudero (1903-1971), jurista y diplomático ecuatoriano que así dejaba constancia de su religamiento con Dios y con lo telúrico de su patria: “Tierra mía, y al fin, Tú y Yo,/ cifras del logaritmo de Dios”.
Pero
lo sorprendente es que no conozco siquiera un ensayo que destaque esta vertiente de su valiosa obra. Posiblemente exista, pero en todo caso resulta de tan difícil acceso que es como si no existiera. Pero otro motivo de asombro mayor, si cabe, es su ausencia en ‘importantes’ antologías de poesía cristiana o religiosa: esto sí ya es para ponerse a repensar sobre ‘el gato por liebre’ que nos dan quienes se amparan en nombradías vanas, en relumbres academicistas que poco o nada tienen que ver con la Poesía.
En mi biblioteca tengo a mano su poesía completa que, bajo el título “Obra Poética”,publicó la ecuatoriana Ediciones Acuario en 1988. Me la regaló en Salamanca mi buen amigo Javier Vázconez, conocido narrador que vive en la andina capital ecuatoriana. Vásconez fue el editor de este volumen de 341 páginas.
Basta espigar deprisa para encontrarse con textos que dicen así: “¡Oh cómo se parece la nieve sensitiva/ al toisón evangélico de los rebaños cuando/ como en las Escrituras, en la esmeralda viva/ del campo, los corderos se paseaban llorando!”.
Inaudito el olvido a que se ha sometido la poesía toda de Escudero, pero especialmente aquella que tiene su anclaje en su fervorosa entrega de cristiano que Ama al Señor, pero que también ama el cuerpo de la amada y sufre, agónicamente, su existencia mortal.
ANTOLOGÍA PRIMERA
Acopio aquí cinco poemas breves. Tómenlos como entremeses de un plato más suculento que les serviré más adelante.
Este mi Dios que mora en mi aposento,
me murmura un lenguaje casi humano,
mitad rumor de agua y mitad viento
para la sumersión en el arcano
en ondas del fluvial descendimiento
donde yo tiendo con langor la mano
que unge a la larga noche de manera
que en la desesperanza Dios me espera.
***
Mi Dios de la transida arquitectura,
la desplumada garza de tu nieve
me viene en mi trastiempo, vestidura
para que el alma sitibunda abreve
silencio en tu confinio de frescura
y liviandad en tu silencio inleve,
y se evapore la letal paloma,
trocada en el espectro de tu aroma.
***
Cómo me dueles, luz estremecida,
pulpa, fulgor y almendra de los cielos,
hallada siempre y por igual perdida,
guerrera de los últimos desvelos,
almiranta de sueños, prometida,
caminante de bosques y de hielos,
si estás en mí, si estás conmigo mismo
para mi viaje a Dios en el abismo.
***
PARÁBOLA DE LA ESTRELLA
Señor, tú lo comprendes, que mi sombra se acerca.
Rocía con estrellas mi ocaso indefinible.
Tú que nublas en llanto la pupila más terca.
Tú que nos purificas en la muerte invisible.
Tú que por el diamante de una jaculatoria,
prodigas el divino diamante de tu huella.
Siembra en mi corazón la lágrima ilusoria
de una estrella...
***
PARÁBOLA DE LA LUZ
La luz trina como una alondra pasajera
deshilvanando un copo de bruma. Arde la pira
del Sol como una lámpara. Toda la primavera
tiembla en mi corazón como un cristal. Suspira
la música del huerto, tal como una garganta
de mujer. Pareciera que retorna Jesús.
La esquila pascual ríe como una niña. ¡Canta
la luz!
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